Imala. Capítulo 4
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El caso fue que con pequeños entrenamientos como esos pude mejorar el control de mis capacidades y paulatinamente fui aumentando mi confianza y mi disimulo. Para la mayoría de gente del barrio solo soy otra vecina que trabaja en la fábrica y vive su vida como los demás. Pero mi momento favorito del día es cuando observo las reacciones de sorpresa o de alegría que producen mis pequeñas ayudas.
Quizás un día corras para coger el autobús y el conductor no consiga cerrar la puerta porque resulta que un palo o piedrecilla se ha colado entre las piezas de cierre, dándote el tiempo que necesitabas para llegar a subirte. Puede que otro día el agua con el que la vecina estaba regando las plantas de su balcón y que ha estado a punto de caerte encima casualmente te esquive por solo unos centímetros. O incluso podría ser que otro día vayas corto de dinero y te llegue rodando a los pies una moneda del importe que te faltaba para comprar el periódico.
Todo eso podría pasarte en muchos sitios, pero algo me dice que si por lo que sea estás en nuestro barrio y necesitas una ayudita así, quizá sea algo más probable que te llegue. Aunque, por otro lado, también puede que solo sea casualidad.